¿Qué es un taller literario?

¿Puede enseñarse a escribir literatura como se hace con otras disciplinas artísticas? Yo creo que sí.  Creo que es posible acompañar a quienes desean hacer literatura a través de  cursos teórico-prácticos impartidos a la manera de talleres literarios  y desde ese ámbito, dirigir a los estudiantes hacia la costumbre de escribir y buscar su propia voz.

Un taller desde un punto pedagógico supone “una forma de enseñar y sobre todo de aprender mediante la realización de «algo», que se lleva a cabo conjuntamente.  Es un aprender haciendo en grupo.”[1]

¿Por qué con un taller y no con una clase conferencia?  Porque la única forma de aprender a hacer arte es justo haciéndolo.  Sólo se puede aprender a escribir escribiendo; a bailar, bailando; a pintar, pintando; a cantar, cantando; etcétera. En su libro La educación del hombre, escrito en 1826, decía Fröebel: “Aprender una cosa viéndola y haciéndola es algo mucho más formador, cultivador y vigorizante que aprender simplemente por comunicación verbal de ideas.”    Además, el diálogo que se genera entre estudiantes y coordinador dentro del curso-taller da lugar a procesos de enseñanza-aprendizaje más eficaces.   La reunión de varios aspirantes a escritores para aprender los recursos, las estrategias y hasta los secretos de su propia voz literaria, bajo la guía de un escritor profesional, crea una sinergia a través de la que todos aprenden a partir de los comentarios hechos a los textos que cada uno produce dentro del taller.

Según el pedagogo argentino, Ezequiel Ander Egg, ésta es una alternativa refrescante: “Los conocimientos se adquieren en una práctica concreta que implica la inserción en un campo de actuación directamente vinculado al quehacer profesional de los talleristas.  Tendrían que constituir también, el campo de actuación de los docentes en cuanto profesionales de un determinado campo”[2], por eso pienso en que los coordinadores de este tipo de talleres deben ser escritores comprometidos con su propia obra y con su labor de transmitir su experiencia a sus estudiantes.

Al hablar de un taller literario, no me estoy refiriendo a un grupo de lectura y corrección de textos libres; donde el tallerista suele llevar aquello que ha escrito y someterlo la crítica del grupo, para que al final el coordinador opine y aconseje cómo mejorar el trabajo.  Sino de un curso teórico-práctico dentro del aula universitaria donde se aporten elementos teóricos para independizar al estudiante del maestro, que paso a paso sea capaz de seguir adelante por sus propios medios.

Creo que este tipo de curso- taller literario dentro de un ámbito profesional debe tener otras características, a partir de un abordaje sistémico en el que  los conocimientos se adquieran a través “de una práctica sobre un aspecto de la realidad”[3], donde los estudiantes puedan relacionarlos con aquello que sí conocen y llegar a nuevos conocimientos significativos.   Se trata de que en cada sesión se integre la teoría con la práctica y así utilizar el conocimiento teórico para impulsar la creatividad a través de ejercicios diseñados específicamente para cada caso.     Tras unos minutos de redacción de sus textos, pueden hacer una lectura en voz alta del resultado del ejercicio. La función del coordinador en este momento es la de señalar los aciertos y los errores de cada texto, luego hacer recomendaciones para mejorarlo. Tras escuchar y compartir los trabajos propios y ajenos, los estudiantes tendrán más elementos para juzgar sus propios escritos.

Más tarde, los talleristas tendrán que trabajar sus textos por su cuenta con las herramientas que la sesión haya propuesto.  Este método permite que los estudiantes aprehendan la teoría que los ayudará a no depender solamente del coordinador, sino que a partir de lo trabajado y con los elementos teóricos a su alcance, podrán comenzar a evaluar y corregir sus textos.

No será un trabajo fácil para quienes quieran dedicarse a escribir literatura, porque el arte busca la perfección, por lo mismo, quienes tengan el deseo de convertirse en escritores, tendrán que armarse de paciencia y apostar el alma, como en todo arte, no hay otra opción sino trabajar arduamente.  Flannery  O’Connor  dice al respecto:  “El arte es el hábito del artista y debe cultivarse como cualquier otro hábito, durante un largo periodo de tiempo, por la experiencia”.[4]

---

[1] Ander-Egg, Ezequiel, El taller una alternativa de renovación pedagógica, Buenos Aires, Editorial Magisterio del Río de la Plata, 1991. p.10.

[2] Idem, p.11

[3] Idem, p.15

[4] Véase Flannery O’Connor,  “El arte del cuento”, en Leopoldo Brizuela (comp.), Cómo se escribe un cuento, Buenos Aires, El Ateneo, 1993, pp.203-211.